Tengo muchos recuerdos de pequeña, de ese pequeño pueblo que era Mutilva Baja, con sus calles de cemento, el estanco, también la tienda de la Dominica madre de Antonino que se casó con mi tía Luisa y pusieron un ultramarinos, la tienda de la Patatera, los bares que según recuerdo solían ser tres, el bar de Arriba, el Mini, y el bar de Abajo. También regentaron mis padres por unos años la Taberna, donde se reunían principalmente los domingos para los almuerzos después del fútbol.
Y las actividades en las que nos pasábamos las tardes de aquí para allá: ir a por leche a las casas del pueblo que tenían vacas; pasar la tarde en la granja poniendo huevos en los cartones; amontonar las pacas de paja y jugar a los "encierros"; recorrer los campos labrados con los "tormones" endurecidos intentando guardar el equilibrio a la vez que corríamos persiguiéndonos unos a otros; cruzar el riachuelo donde la fuente de las huertas, colgados de una soga que algún mayor ató a la rama de un árbol; jugar al hinque con un hierro para clavarlo en la tierra reblandecida por la lluvia; pero la mayoría de las tardes, reunidos en casa en torno a la grapadora y mi madre, ayudando al sustento familiar con la fabricación de botas para vino, de la fábrica de los Echarri.
Aprendíamos así, que el divertimento y la responsabilidad muchas veces se confundían, pues si teníamos que sacar un pedido de botas, aquella tarde no salíamos con los amigos a jugar, sino que alguno se invitaba a pasarla con nosotros ayudando a terminar la tarea que nos ponían y ganándose alguna peseta para helados. No había explotación infantil, era el deber de arrimar el hombro en la medida de nuestras posibilidades para llegar a final de mes desahogados.
También teníamos cerdas, a las que había que limpiar la pocilga un día sí y otro también. Mientras los hermanos cambiaban la cama de la pocilga, los pequeños en el campo cuidábamos de que las cerdas no comieran huesos (abundantes en aquel lugar pues estaba el corral de los corderos al lado y siempre había algún esqueleto medio enterrado). Creo recordar que hubo alguna cerda, sino nuestra de los vecinos, que se ahogó con un hueso. Por este motivo, yo recuerdo con especial angustia esos ratos en los que, desde mi corta estatura, me enfrentaba a un animal ansioso de libertad y empeñado en comerse todo cuanto olisqueaba.
martes, 29 de mayo de 2012
lunes, 28 de mayo de 2012
Biografía
Nací en Mutilva Baja el 5 de noviembre de 1963. Aunque lo de nacer, como a la mayoría de navarros, nacimos en La Residencia Virgen del Camino, actual Hospital Virgen del Camino de Pamplona. Mis padres, Luis Iriarte Cenoz y María Camino Lusarreta Rodríguez, se establecieron en este pueblo hace más de 50 años, cuando se casaron. Luis, nacido en Mutilva Alta, encontró en Huarte Pamplona a la que, con "santa paciencia" le aguanta desde entonces. Tienen cuatro hijos (3 hijos y yo misma) y 7 nietos.
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